Cuando algo se mueve en ti y no sabes de dónde viene, quizás no estás sintiendo solo por ti. Tal vez… estás recordando por todos los que vinieron antes.
El día que algo se removió en mí
¿Te ha dicho alguien alguna vez… “Eso no es tuyo”?
La primera vez que escuché esas palabras, algo dentro de mí se removió con fuerza. Fue durante una de esas sesiones que tocan el alma, similares a las constelaciones familiares —como en la serie Mi otra yo, de Netflix—.
Me dijeron que lo que sentía no era mío.
Que ese dolor, esa emoción profunda que llevaba dentro, era una memoria ancestral, un eco heredado de quienes caminaron antes que yo. Y entonces… me enfadé profundamente.
“¿Cómo puede ser? ¿Por qué debería cargar con un dolor que ni siquiera viví?
¿Con historias que no son mías? ¡Que me dejen en paz!”, pensé, entre rabia y desconcierto.
Jajaja… ahora lo digo con una sonrisa, pero en ese momento lo viví como una gran injusticia.
Y sin embargo, algo se quebró en mi mente lógica: una pequeña grieta…
una rendija por donde comenzó a colarse una verdad más grande.
Y llegaron las preguntas…
✨ ¿Y si todo esto tiene un propósito más grande?
✨ ¿Y si entenderlo me revela quién soy realmente?
✨ ¿Y si lo que creía ajeno… también es parte de mí?
Para buscar respuestas, tuve que salirme del camino trazado
Tuve que soltar lo obvio, lo cómodo, lo heredado.
Tuve que mirar hacia donde nunca me enseñaron a mirar.
Y tras muchos pasos entre sombras y destellos, empecé a recordar algo esencial:
Somos consciencia.
Y como dijo Jacobo Grinberg, explorador incansable de los misterios del ser: “Hay que entender esta realidad como consciencia.”
Cuando comprendemos eso, todo cambia.
Dejamos de vernos como identidades separadas.
Y empezamos a sentirnos como parte de una gran red viva…
un entramado de memorias, de historias, de pulsos que nos preceden
pero también nos habitan.


Somos consciencia encarnada
Desde tiempos inmemoriales, incontables generaciones han caminado por la Tierra antes de que tú llegaras aquí.
Cada vida, cada historia, cada sueño y cada desafío han sido eslabones de una cadena sagrada que hoy… culmina en ti.
Miles de almas han transitado este sendero no solo para que tú estés aquí,
sino para que tú recuerdes.
Para que tú elijas.
Para que tú hagas lo que ellas no pudieron hacer.
Porque sí… nuestros ancestros también soñaron con sanar.
También desearon romper los ciclos, liberarse del miedo, amar con plenitud, vivir con verdad.
Pero muchos no tuvieron las herramientas, el entorno, la consciencia…
Tuvieron su oportunidad, y hasta donde pudieron, lo intentaron.
Ahora es nuestro turno.
Somos la continuación de su viaje…
pero también el punto de inflexión.
Y aunque heredamos sus heridas,
también heredamos sus aciertos, su sabiduría, su fuerza silenciosa.
Todo eso vive en ti.
Late en tu sangre, respira en tus huesos.
Si miramos hacia atrás, si seguimos el rastro de nuestra sangre y de las memorias no contadas,
nos encontramos con una verdad luminosa:


No somos solo individuos.
Somos la manifestación viva de un linaje.
Y más allá aún,
somos consciencia en evolución.
Una consciencia que ahora —a través de ti— está lista para dar un salto.
Este es el momento.
El portal está abierto.
Hazlo distinto.
Hazlo sagrado.
Hazlo por ti… y por todos los que un día desearon hacerlo.
