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El Gran Misterio que Somos

La Película de mi Vida

Dicen que en Netflix hay grandes películas… pero ninguna se compara con esta: la película de tu vida. Una obra única, irrepetible, escrita por tu alma mucho antes de llegar aquí. A veces comedia, a veces drama, a veces suspenso o magia, siempre en constante transformación. Porque todo en el universo se mueve en ciclos, y tú no eres la excepción. Respiras en ciclos, duermes en ciclos, amas en ciclos. Incluso tus pensamientos giran como espirales antiguas que buscan comprenderse.

La única constante es el cambio, y eso no es una amenaza… es una bendición. Pero para que puedas danzar con ese cambio, necesitas recordar quién eres en verdad. Y para eso, debes aprender a mirar tu historia no con culpa ni nostalgia, sino como una medicina. Aquí es donde aparece una herramienta poderosa que los pueblos antiguos conocían: la recapitulación. Volver a mirar las escenas de tu vida con nuevos ojos, como quien ve una película por segunda vez y descubre mensajes ocultos. Te conviertes en espectadora y directora a la vez. Y así, puedes ver de dónde vienes, qué creencias han moldeado tu guion, qué heridas buscan ser comprendidas, no desde el juicio, sino desde el amor.

Porque la historia que vives no está separada del pasado ni del futuro. No eres un ser aislado moviéndose en línea recta. El tiempo —como enseñaban los abuelos y las abuelas— no es una flecha que va de A a B, sino un círculo sagrado, un espiral que se repliega, que se entreteje, que se toca a sí mismo. Lo que estás viviendo hoy puede estar sanando algo que ocurrió hace generaciones. Una sola elección consciente puede cambiar todo un linaje. Un acto de presencia puede dar un giro a lo que parecía ya escrito.

Y eso es lo más hermoso: el guion no está cerrado.
Tú lo reescribes con cada palabra, con cada silencio, con cada respiración.

¿Y si volvieras a mirar ese momento de tu vida que tanto te duele como una escena de iniciación?
¿Y si en vez de pensar que “te pasó algo”, vieras que tu alma eligió ese momento para despertar algo en ti?
¿Y si dejaras de luchar con tu historia y empezaras a danzar con ella?

No hay errores en este camino. Solo escenas necesarias.

Es tiempo de que tomes la cámara en tus manos.
Que elijas los nuevos encuadres.
Que edites las voces que ya no necesitas.
Que escribas desde tu verdad.
Porque tú no viniste aquí a ser solo actriz…
Viniste a ser la autora de una obra viva.

Y no, no será una película perfecta.
Será real.
Y en esa realidad cabrá el dolor y la belleza, la duda y el asombro, las pérdidas y los milagros.

Cada pensamiento, cada emoción, cada decisión que tomas es un pincelazo en el lienzo de tu realidad. Y cuanto más consciente eres de tu papel, más libertad tienes para cambiar el curso de la historia. No porque controles todo, sino porque eliges cómo quieres responder, qué energía quieres sembrar, qué mirada vas a sostener. El mundo no es lo que ocurre allá afuera. El mundo es cómo tú lo miras.

Imagina que cada día te levantas y alguien en lo alto del cielo presiona “play”. Comienza una nueva escena. Tú eliges cómo actuarla. Desde el miedo o desde la presencia. Desde el personaje herido o desde el alma despierta. No hay reglas. Solo conciencia.

Y si sientes que repites una escena una y otra vez, no es castigo, es oportunidad. El universo no se cansa de darte nuevas tomas. Porque sabe que tarde o temprano… vas a recordarte.

Entonces ríete. Llora. Equivócate. Ama. Duda. Cree.
Pero sobre todo, vuelve siempre al corazón, que es el verdadero director detrás de escena.

Esta película no tiene final predecible.
Es una épica sagrada. Un misterio en constante expansión.
Y lo mejor… es que aún estás a tiempo de reescribirla.

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